domingo, 29 de enero de 2017

Capítulo 1: Cómo se suponía que yo fuese.


Como un sube y baja… Yo jugaba alegre sin saber que era diferente.

Un niñito jugando a ser súper man, batman, spiderman…

Soñando con ser policía, bombero o un soldado.

Viendo todo a su alrededor como un potencial campo de juegos.

Manchándose los overoles, raspándose las rodillas…

Pero a éste niño nunca lo dejaron divertirse sin antes darle un sermón sobre que él no debía ser así, que él debía estar quieto y jugar con muñecas en lugar de ir al barro a ensuciarse.

¿Muñecas? ¿Qué tiene eso de divertido?

A ese pequeño niño también le ponían vestidos rosita y un coqueto moño en la cabeza.

En vez de jugar fútbol como el resto a él lo metieron a ballet.

En lugar de casquete corto, él tenía permitido tener los cabellos largos; aunque él no lo quisiera.

Y una regla de oro, debían gustarle los niños y no las niñas.

¡Paren el carro! ¿QUÉ?

Como lo puedes ver, parece de locos. Pero no, el único loco era el niño, que no podía hacer todo aquello que le dictaban. Aun intentando acatar las demás órdenes ésta lo dejaba perplejo, anonadado, con ganas de correr…

Así es, él nunca pudo elegir; al menos no hasta que creció y se fue de casa.

Cumplió cada uno de los días de su niñez como se le decía. Arregladito, perfumado y modosito.

Pero, siempre fue rechazado por los niños, porque él era raro. Y todo aquello que es diferente, a primera impresión, asusta.

Así que… en un día común de mi niñez, que en ese entonces cursaba 3ro de Primaria, una pelota impacto contra mi delicado rostro.

Me levanté aturdido por el golpe, intentando reprimir el llanto que asomaba tratando de salir de mis ojos, yo jugaba con la tierra haciendo surcos en ella, pero eso se lo llevó la pelota cuando rebotó de mi rostro hacia el suelo.

Antes de ponerme en pie una mano me fue extendida en señal de ayuda. Al levantar la mirada con cierta vergüenza por mi semblante débil, mire a un niño completamente rubio, pálido y con mejillas sonrosadas por el sol que golpeaba fuertemente contra nuestras nucas. Lo ví con expresión preocupada pues  no apartaba su mirada de mis ojos. Sin saber muy bien qué hacer ante eso, tomé su mano y en seguida me impulsó hacia delante.

-Perdón por el golpe, no fue mi intención, yo sólo la pateé y se desvió- así que de ahí llegó la pelota…

Negué con la cabeza, pues tenía un nudo muy grande en la garganta por el dolor. Me agaché y recogí mi bolsita de mano del suelo (sí, me hacían usar bolsa) y me fui corriendo lo más rápido que pude hasta llegar de nuevo a mi salón de clases y ahí permanecí el resto del receso.

Las clases siguieron su curso normal y al finalizar la escuela, tomé mi mochila y salí del colegio rápidamente hacia mi casa, a no más de una cuadra avanzada alguien gritó mi nombre (eso era inusual, nadie me hablaba por raro). Me di la vuelta y ahí estaba ese niño rubio, corriendo hacia mí.

-T…Te q-quiero acompañar a tu casa, soy tu nuevo vecino del frente…- Algo me decía que ya lo había visto antes, pero yo estaba molesto por el golpe así que ni siquiera volteé a verlo y seguí mi camino, claro que él no esperó respuesta mía y tomó eso como una invitación para escoltarme.

La escuela no estaba muy lejos de mi casa, pero tampoco estaba tan cerca. Tenía que caminar tres calles para llegar a la parada del bus y abordar uno que me dejaba a dos calles de mi casa. Era el primer año que podía regresar solo a casa, le había rogado tanto a papá y a mamá que terminaron accediendo.

Camino a la parada aceleré el paso pero el rubio me seguía como mi sombra, pisándome los talones.

Al subir al bus fue todavía más raro, me hablaba como si me conociera de toda la vida, como si fuésemos íntimos amigos él y yo.

Al bajar del autobús caminamos en silencio, bueno, yo callado y el hablando como un perico. Al llegar a nuestra calle yo no me despedí siquiera, entré directamente a casa y a través de la ventana ví como el daba la vuelta y se metía en la suya.

Subí a mi habitación y deje mi mochila en el perchero, me quité el uniforme y lo colgué, me puse el tutu y las zapatillas de ballet. Bajé y fui directamente a la cocina, me quedaban exactamente 30 minutos para comer antes de que mi padre me llevara a mis clases de ballet.

Mi padre ya estaba sentado a la mesa y mi madre también, sólo me esperaban.

Me senté y antes de probar bocado alguno rezamos para agradecer por los alimentos que Dios había puesto sobre la mesa. Después, al servirme un poco de puré de papas, mamá hizo el siguiente comentario:

-Veo que el vecino y tú ya son buenos amigos- Cabe mencionar que por raro no tenía amigos.

-No es mi amigo, sólo regresamos accidentalmente juntos.

-Cariño, está bien que tengas un amigo- mi padre extendió su mano hacia mí y apretó la mía de forma cariñosa.

-¡Que pesados! No es mi amigo- mi madre me miró con ojos de pistola y mi padre mostró su semblante serio.

-¡Cuida tu boca! Recuerda que debes mantener tu porte- Y jode con eso.

Perdí el apetito y pidiendo disculpas, me retiré de la mesa.

Tomé mi mochila y subí al coche a esperar que papá terminara de comer y me llevase a la estúpida clase de danza.

Después de veinte minutos mi padre salió y puso el coche en marcha, claro que todo el camino fue sermón tras sermón.


Mi comportamiento, mis modales, mi carácter, mi postura… bla, bla, bla.

sábado, 21 de enero de 2017

Mi Predilecto Yo: Despierto despierto con el cantar de un ruiseñor q...

Mi Predilecto Yo: Despierto despierto con el cantar de un ruiseñor q...: Despierto despierto con el cantar de un ruiseñor que revolotea fuera de mi ventana. Tras el cristal observo los verdes campos de las prade...


Despierto despierto con el cantar de un ruiseñor que revolotea fuera de mi ventana. Tras el cristal observo los verdes campos de las praderas, aquellos donde solía correr cuando era un niño; explorando el mundo, viviendo paso a paso. Siempre sostenido de la mano de papá o de las faldas de mamá. Haciéndome el solitario, por las noches de mi juventud tras ésta misma ventana, observaba las nubes que tapaban las estrellas y cuando de disipaban, cerrando los ojos les pedía respuestas. Sobre cualquier cosa, pero quería respuestas más allá de las que se podían encontrar en los libros o en las bocas ajenas. Quería volar, y no pisar tierra nunca más...

- El tren que iba y venía.