viernes, 3 de febrero de 2017

3:El silencio de los caídos.
Al parecer mis malévolos padres sabían acerca de las intenciones ocultas de Nicolás, puesto que nada más entrar a mi casa, mi madre corrió a abrazarme y a saltar emocionada queriendo que se lo contase todo, y mi padre estaba sereno pero sonriente, ¡por fin un pretendiente digno de su hijito! (Cabe decir que era el único).
Como pude y sin ser muy maleducado, me zafé de ellos y corrí a mi habitación alegando que debía estudiar para el regreso a clases. Una vez echado el pestillo a la puerta, lloré como un marica, que es más o menos en lo que me había convertido esa noche tras ser besado por Nicolás.
Aún no sé cómo es que sucedieron las cosas, cómo mierda se dio todo… Estaba mal, ¡estaba horrible! Pero todos estaban contentos, Nicolás no parecía arrepentido en absoluto y mis padres estaban la mar de bien. ¿Qué clase de batracio era para que esto me sucediera a mí? ¿Qué clase de enfermos mentales tenía por “familia”?
Salí de mi habitación y me dirigí sin rumbo alguno por toda la casa, necesitaba un sitio tranquilo donde nadie molestara, donde nadie me buscara… Y subí al ático.
Era una expansión extra de la casa, bastante pequeña, aunque era un desperdicio porque sólo guardábamos unas cuantas cajas con adornos (navideños) en él.  Adornos que por cierto estaban colocados en el jardín justo ahora.
Además de eso, también había un ventanal que ocupaba gran parte del techo. No entiendo aun el puto diseño de la casa, pero hasta arriba teníamos un pequeño (pequeñísimo) domo de cristal; y era éste.
Me recosté en el suelo de moqueta asquerosa,  y por primera vez, le pedí un consejo a las estrellas.
A esos pequeños destellos blancos que observan todo cuanto ocurre desde donde gobiernan.
Supliqué por una familia normal, por poder ser quien en verdad era aunque sea una vez.

 Pero las estrellas sólo me concedieron silencio; ese silencio que se acostumbra hacer cuando alguien muere… El silencio de los caídos.

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