6: Ascender.
Sentí el avión despegar, y una sacudida lo secundo. Pero no
la normal al alzar el vuelo, sino la mía
propia, al dejar todo lo que conocía
atrás.
Por un momento mi corazón se encogió de pensar que tal vez,
sería mejor si me quedara. Pero en ese instante llegaron a mi memoria los
gritos desgarrados de Nicolás porque no me fuera… Y yo sabía que mi futuro,
definitivamente, no estaba a su lado.
Y tampoco con esa gente que había dejado atrás; no estaba
junto a mis padres y tampoco estaba en ese ático donde me recostaba en el suelo
de moqueta a llorarle a las estrellas, ciertamente, las estrellas ya habían
hecho su parte; ahora yo iba en camino para concretar la mía.
El asiento lo tenía para mí solo, dado que mis padres alegaron
que por ser la primera vez en un avión debía hacerlo en 1era clase.
Miré por la ventana y al observar la inmensidad azul que me
rodeaba, imaginé que haría si pudiese volar. Me iría muy lejos… ¿Pero a dónde?
Tal vez a ese extraño prado que algunas veces llegué a ver en sueños, dónde un
pequeño bebé aprendía a caminar…
Saqué un cuaderno de mi mochila y empecé a escribir… bueno,
mi mano tenía voluntad propia. No sé por qué, pero a medida que escribía mis
ojos dejaban escapar lágrimas… Tal vez escribir fuese mi forma de recordar; tal
vez sea una forma de ascender.
Pasado el rato, bueno, las horas… Pedí a una de las azafatas
una soda, y bueno, cuándo la ví acercarse con ella, realmente era hermosa esa
chica.
Tez blanca como la leche, ojos azulados… claros como el cielo
que surcábamos justo ahora, una cascada rubia atada en un (sofocante) chongo… y
diablos, unas piernas largas y finas que eran escondidas tras una falda que era
parte del uniforme…
-¿Pasa algo?- Alcé la vista hacia una hermosa voz, salida de
unos carnosos y perfectos labios rojos que me mantenía aun en esa ensoñación,
más arriba se encontraba una nariz chiquita, finita… Y después, esos ojos agua
que me tenían embobado…
-¿Te encuentras bien?- Negué con la cabeza, aun sin darme
cuenta que debía tener en mi rostro la expresión más idiotamente obvia del
mundo; de alguien que está completamente enajenado, fuera de sí…
Sin darme cuenta, posó una de sus finas y frías manos en mi
frente, y algo en mí comenzó a acelerarse como nunca había pasado. Creo que mi
respiración se des-acompasó, porque pronto su mano cambió de posición y ya
tenía sus dos manos en mis mejillas; y ese ángel pálido me miraba preocupado…
¡Y yo como bruto en mi ensoñación aun!
Y ¡PLASH! Me había derramado un vaso con agua en la cabeza.
Mi embobamiento cesó y por una vez desde que la ví puse tención a lo que decía.
-¡Perdóname! Estaba asustada y no contestabas, pensé que
tenías tal vez una especie de alucinación por el calor.
-No te preocupes…- y seguía ascendiendo en el cielo de sus
ojos… - lamento haberte asustado.
-En verdad lo siento, déjame ir por una toalla para secarte.
Desapareció tras la puerta de servicio al final del pasillo,
y a la brevedad regresó con una toalla y servilletas.
¿Secarme? Hasta ese momento caí en la cuenta de que, claro,
el agua es un líquido… ¡Vaya deducción idiota!
Sin decir palabra, con la toalla en sus manos comenzó a
secarme el cabello y poco a poquito descendía hasta mi cuello y hombros. Mi
piel parecía ser 100 veces más sensible, sentía los suaves roces de sus dedos
al arreglar el cuello de mi camisa, pero mis ojos estaban atentos a sus ojos…
ojos que chocaron con los míos y el contacto fue fijo, ninguno apartó la
mirada.
Pude escuchar, como quedamente, susurró que bonitos ojos tienes.
-No tanto como los tuyos…
Y su boca se curvaba en una sonrisa tierna… lentamente el
contacto de miradas nos acercaba un poquito más… Casi al punto de sentir su
nariz chocar contra la mía, no recuerdo si eso fue real, pero en la brevedad
nuestros labios apenas tenían unos milímetros separados y… ¡EL CAPITÁN
DECIDIÓ
QUE ERA EL MEJOR MOMENTO PARA ANUNCIAR QUE ESTÁBAMOS POR ATERRIZAR!
Así que, como al despegar, todos debíamos estar sentados y
con los cinturones de seguridad puestos, ella se sentó a mi lado.
No sé si eso estaba reglamentariamente permitido, pero a la
mierda el puto orden. Ella era mi ley en ese momento.
Tomó el cuaderno que descansaba en mis piernas y se fue hasta
la última página, tomó un bolígrafo que descansaba en uno de los bolsillos de
su saco y escribió lo que reconocí como una dirección de correo electrónico. Y
una nota en la pasta de la libreta que no alcancé a ver que decía. La cerró y
me la tendió junto con la pluma.
-Pero no es mía- Ella negó con la cabeza y una sonrisa
divertida en sus labios.
-Es algo simbólico.
-¿Qué significa?
-Que nos volveremos a ver, tienes que devolvérmela.
Y sin decir más, el avión aterrizó.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario